jueves, 28 de noviembre de 2013

Tu nunca dices qué hay en ti

Me gusta la figura curva que forma el pelo lacio en su raíz en la frente de algunas mujeres. Me gusta caminar por la calle y sentir el olor a tilo, como si el perfume fuera un ornamento intencional de la naturaleza.
Me gustan las pieles suaves, lisas, morenas, limpias. Decía un cuento que yo leía de chica: -¿Con qué te lavas la cara, que tan limpia siempre está? -Me lavo con agua clara, y Dios pone lo demás.
Me gustan las manos masculinas, grandes y delicadas, sugieren una confianza que las manos pequeñas no. 

Me gusta ver cómo esas manos se deslizan por el aire, toman un pequeño papel, lo arrollan, lo hacen una bolita.
Me gustan, también, las marcas que dejan las moras en la calle cuando caen de lo árboles. Todo ese violeta desorganizado bajo las copas, muestran el fruto divino desperdiciado, olvidado, pasado por alto.

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