miércoles, 4 de septiembre de 2013

El país inorgánico


“Buenos Aires es un territorio cosmopolita incrustado como tumor canceroso en el cuerpo del país”
Martínez Estrada

Ayer


Hasta 1880 uno de los problemas centrales de la Argentina fue la necesidad de federalizar Buenos Aires. Se trataba de un problema político, económico y territorial, tres caras con las que se arma -sumando tal vez la cuestión cultural o social- el poliedro de una nación. En ese territorio se generaba la mayor parte de los recursos de la República en ciernes, por eso allí siempre se encontraría -hasta el día de hoy- la sede del poder político. Buenos Aires era la puerta de entrada de un país que estaba delimitando sus fronteras, desde allí se filtraba la cultura del viejo mundo; sus productos manufacturados; sus inmigrantes españoles, italianos, polacos y  por allí salían también las materias primas, hijas de estas tierras fértiles que caracterizan a nuestra pampa húmeda.
Quien le dedicó gran parte de su producción literaria al problema de la federalización de Buenos Aires fue Alberdi, un pensador y un político obsesionado por pensar y construir la República Argentina; su herencia nos es transmitida desde el primer texto de nuestra Constitución, de 1853. Es allí donde teoría y praxis alberdiana encuentran su punto de conjunción, porque las constituciones son justamente eso: un texto con nociones teóricas que determinan de manera suprema los límites de las prácticas posibles.
La constitución argentina nació inspirada en el texto constitutivo de un país federal como los Estados Unidos. Alberdi había leído El Federalista de Madison (así como Sarmiento había leído a La democracia en América de Tocqueville), pretendiendo imitar con sus Bases a ese escrito político que inspiró la Constitución norteamericana. El problema de la Argentina -al igual que el de los Estados Unidos para Madison-  era su gran extensión, porque los grandes territorios propendían a la instalación de regímenes despóticos (era una visión romántica basada en la teoría del medio de Montesquieu). La solución propuesta era la implementación de un sistema federal, que hiciera de las autonomías distritales una virtud con la cual combatir el despotismo. Así es pensado nuestro país, dividido jurisdiccionalmente en 23 provincias y una ciudad autónoma, pero ¿es construido acorde con esta visión?



Hoy


Alberdi insistía con que el problema territorial debía resolverse, pero sobre todo porque no se jugaba ahí una teoría geográfica, sino política: “En torno a la cuestión de capital se desenvuelve la historia entera del poder en este país; ¿por qué razón? La hemos dado mil veces. Porque, según sus condiciones de formación geográficas y económicas, la capital es el Poder, y el Poder es el Gobierno.”
Alguien podrá pensar que es anacrónico volver a concepciones que fueron esgrimidas hace más de un siglo, pero traduciendo “capital” por “conurbano bonaerense”, ¿no podría la cita aplicarse a la preocupación de cualquier partido político que pretenda gobernar la Argentina? ¿Cómo gobernar la inviable Buenos Aires? ¿Cómo adquirir hegemonía en ese tercio del electorado que significa, también, un pesado y anquilosado tercio del cuerpo del poder nacional?
Alberdi tenía la atención puesta en la cuestión de la territorialidad nacional. Hoy la palabra “territorio” es utilizada en política para referir la construcción del poder político (“Tal político viene del territorio”, “Hace falta construir poder territorial”), pero ¿alguna vez se refiere la palabra al territorio nacional en su conjunto? Esta es nuestra tesis: no hay proyecto de país en la Argentina porque no se tiene una visión territorial de nación, el problema simplemente se mantiene en silencio.
A los norteamericanos, en algún momento, se les ocurrió edificar Las Vegas en una estepa en la que no crecía nada. En Argentina, quizás el último proyecto que tenía algo de esa visión territorial fue el del intento de traslado de la capital a Viedma, es decir, un territorio alejado de esas tres o cuatro ciudades que se concentran en las cercanías del punto nodal que es la ciudad de Buenos Aires Es paradójico, porque allí donde se pretende que haya autonomía tiene que venir una cabeza nacional a distribuir recursos para que el todo sea armónico, no hay posibilidad de federalismo sin un proyecto nacional.
La Argentina tiene entonces un federalismo a mitad de camino porque el cáncer de Buenos Aires fagocita toda célula viva que quiera desarrollarse dentro del territorio nacional. Toda la Argentina es rehén de ese tumor maligno que naturalmente atrae a toda la vida migratoria. Pero también ese tumor tiene sus resonancias en la forma política de vida del país.
Tantos años de imposibilidad de concretar una territorialidad más balanceada es lo que hace que en determinadas voces nuevas se exprese la imposibilidad de gobernar Buenos Aires; lo que dice Martín Rodríguez acá quizás pueda sintetizar toda nuestra percepción del problema: “Gobernar Buenos Aires es como curar un cuerpo enfermo con aspirinas. Una gobernación de reducción de daños, cuya dependencia con la Nación es terminal. Una provincia que la Nación y el resto de las provincias necesitan tener bajo la raya.”
Los términos “Nación” y “Buenos Aires” inclinan la balanza en detrimento del peso de las provincias, la inequidad es simbólica, pero también real. Cultura política y cultura territorial están intrínsecamente ligadas y aunque parezca demasiado (anacrónicamente) moderna la caracterización, es cierto que no se ha expresado en los últimos años un proyecto de nación que contemple esa inequidad territorial.


Paréntesis


Existe una objeción posible a este razonamiento: un posible proyecto de país es en términos económicos. Nuestra respuesta es la siguiente: la política no es economía. La política es una ciencia artesanal, desde todos los ángulos por donde se la aborde. El que aprende de política lo hace artesanalmente, sus maestros son los padres con los que se va encontrando, y los que tienen éxito son aquellos que cometen parricidio quedándose con las mejores enseñanzas de sus tutores. Los proyectos políticos también son parricidas, y audaces, y son los que pueden sumar las variables que recolecta artesanalmente. Una de esas variables es la de la territorialidad, y la figura paterna a la que la política tiene que matar es esa sentencia de que “Buenos Aires es ingobernable”. 

1 comentario:

  1. Medio millon de hectareas en el sur donde hacer represas, para que el bagre 'delfín' sea el señor de la luz... y su ivan, el terrible; es la prueba que la política es economia. El tutú que papá ganó laburando (aparte de tu nutrición, educación, etc)alcanzaria para el almuerzo de un bife de chorizo para dos o tres mil personas... una vez. La culpa que atribuiste a su mirada, estaba en vos, por confundir la incomodidad de ver el juicio en tus ojos. Pero seguro no lo robó, ni se lo dará a los pobres, ni se lo gastará en prostis. Quizás lo recibas un dia, y debas decidir que hacer con el fruto de la energia que cambió por su vida. Por vos. Apenas economia.

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