viernes, 27 de septiembre de 2013

La toma



Por @gasparkers
Los pibes toman el Buenos Aires para figurar, ahora y siempre

El primer día de clases de primer año, el rector, al que habíamos visto en la tele o firmando notas en los diarios, pasaba aula por aula explicándonos que en el futuro seríamos médicos, abogados o cantantes de ópera, pero siempre los mejores.

La cabeza de un chico de 13 es difícil de transitar. Mucho más la de uno que estuvo haciendo un año de colimba intelectual a los 12 y siente que metió el gol de su vida cuando todavía no le terminó de cambiar la voz.

Después del rector pasaban a hablar muchas agrupaciones, como seguiría pasando en la facultad. Recitaban el mismo discurso, nos repartían los mismos volantes y armaban las mismas asambleas. La politización, de la que tanto nos habían advertido, iba tomando forma, pero mucho más social y blanda de lo que nos imaginábamos. Ese monólogo del rector seguiría siendo el diapasón que resonaba para afinar todas esas cabezas megalómanas enojadas con el mundo.

Seguramente el rector actual no tenga el mismo discurso, pero las instituciones van encontrando maneras de mantener su mensaje a pesar de las personas. Hoy son las pintadas en San Ignacio, hace diez años fue el éter del laboratorio de química, que perfumó toda la manzana durante meses gracias a una toma en solidaridad con Kosteki y Santillán, declaración de principios que se vivía como imperativa, pero que nadie estaba esperando.

Lo que está debajo de una misma conducta repetida a lo largo de años es el lugar equivocado que se le da a un colegio que -al igual que cualquier otro- nunca hizo tanto por nadie, pero que reclamó para sí toda clase de honores y laureles.

El Buenos Aires no está tan politizado como dicen. Los pibes toman el Buenos Aires para figurar. No por codicia, sino porque alguna fuerza misteriosa les hizo creer que es su deber cívico, que cuando un evento relevante se instala, la hora reclama que hagan oír su voz. No hay debate sobre la juventud y la militancia, por más interminable que sea, que resuelva algo mientras esté parado sobre un delirio que lleva más de cien años funcionando.

1 comentario:

  1. Añoro aquella paciencia, que me ahorraba ser desagradable: "Una de las aberraciones del progresismo parricida e incestuoso, es ir a un lugar a aprender a enseñarles a quienes deberian sacarte de la ignorancia... cómo hacerlo. Peor sería que se metan en el dormitorio de 'papi' para enseñarle cómo hacer alcanzar a 'mami', un orgasmo... Y no me extrañaria que..." Mis disculpas.

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